La ansiedad no se trata de preocuparse demasiado, sino de preocuparse demasiado
Última actualización el 18 de enero de 2021
La ansiedad no se trata de preocuparse demasiado, sino de preocuparse demasiado
¿Eres el que se preocupa por la familia? ¿El que analiza cada situación y mide todos sus innumerables resultados? ¿Te cuesta decir que no a la gente? ¿Eres anal sobre la gente que no responde los mensajes de texto? ¿Crees que no le agradas a la gente y que todas tus relaciones simplemente están condenadas al fracaso? ¿Te imaginas escenarios de pérdida y muerte? ¿Te cuesta trabajo dejar ir las cosas?
Si ha respondido afirmativamente a más de tres preguntas, es probable que sufra algún tipo de trastorno de ansiedad. Y para aquellos que desprecian la ansiedad, recuerden que es mucho más que preocuparse…
1. La ansiedad es la búsqueda de la perfección.
Hay una diferencia entre querer ser perfecto en algo y querer ser visto como perfecto. Las personas con ansiedad tienen la compulsión no solo de hacer las cosas a la perfección, sino que, lo que es más importante, tienen la necesidad de que las consideren perfectas.[1] Quieren que todos piensen en ellos como estos hermosos triunfadores que tienen tanto en la vida, y cuando esto no sucede, entran en un ciclo de negatividad y vicioso autocastigo. Cada vez que te encuentres pensando que nunca serás lo suficientemente bueno, cambia la afirmación a que eres lo suficientemente bueno…
2. La ansiedad es cariñosa, un poco demasiado.
Todos amamos a varias personas en nuestras vidas en diversos grados. Sin embargo, a veces, cuando nuestro amor entra en un territorio sofocante en el que estamos asfixiando a la otra persona con nuestro amor, preocupación y cuidado excesivo, nos pone ansiosos. Queremos que nuestro ser querido sea feliz, esté seguro y prospere sin daño. Hacemos lo que podemos para lograr esto, muchas veces ganándonos el resentimiento de la misma persona que estamos tratando de “amar”. Nuestras emociones extremas pueden llevarnos a volvernos demasiado ansiosos y entusiastas con el objeto de nuestros afectos, por lo que imaginamos escenarios drásticos en los que esa persona está herida, dañada o incluso muerta y comenzamos a entrar en un estado de frenesí ansioso o un ataque de pánico.[2] La próxima vez que sofoques a alguien con amor, da un paso atrás conscientemente. Date cuenta de tu error y relájate un poco: todo estará bien es tu mantra.
3. La ansiedad es tratar de controlar las cosas porque sentimos una pérdida de control en espiral.
Tener ansiedad es como estar en un tren superrápido a ninguna parte. Los pensamientos y los arrepentimientos se amontonan uno encima del otro, convirtiendo la mente en papilla y enviando el corazón a palpitaciones en abundancia. Sentimos que todo en nuestra vida se está desmoronando y, por mucho que lo intentemos, no podemos resolverlo todo. Es por eso que las personas con ansiedad tienden a parecer fanáticos del control. Llevan las riendas apretadas porque si la pierden, la pierden épica.[3] La meditación es útil: solo cinco minutos de inhalación y exhalación constantes pueden ayudarlo a capear la tormenta mucho mejor.
4. La ansiedad es estar inquieto día y noche.
Imagina tener una mente en la que los pensamientos corren desenfrenados como lluvias de meteoritos. Estás pensando en esto y aquello, preocupándote por todo en tu vida y tratando de alcanzar un lugar tranquilo y reparador en la cabeza. Esta sensación continua de estar al límite es una de las principales características de la ansiedad.[4]. Una de las mejores estrategias para lidiar con los momentos en los que no puedes quedarte quieto o evitar que tus pensamientos se aceleren es salir a correr…
Recuerde que la ansiedad significa estrés y demasiado estrés puede agotarlo mental y físicamente. Además de mantener una buena rutina de alimentación y ejercicio, busque ayuda profesional cada vez que sienta que su mente se ha convertido en un lío de ansiedad.